Tres estudiantes brillantes, Glenn Gould, Franz Wertheimer y el narrador, se trasladan a Salzburg para seguir las clases de piano del gran Horowitz. Viven en la casa de un escultor nazi muerto, cuyas altas habitaciones alojan moles de mármol. A Franz le hacen retroceder, a Glenn le parecían monstruosos espectadores, ideales para estudiar piano, y al narrador, objetos acústicamente útiles. Se evidencian los carácteres de los tres chicos que comparten una fatídica amistad, que queda totalmente trastocada en el aula 33 del Mozarteum, en cuanto Glenn toca Bach. Franz, (el malogrado, le bautiza mortalmente Glenn) se vuelve obsesivo, se anula y provoca la devastación a su alrededor. El narrador, también abandona el piano y pasa página como puede. Pero le salva intentar escribir sobre Glenn a partir de la aniquilación de su amigo austríaco.
Glenn Gould escucha la grabación de las variaciones Goldberg, Getty Images |
Dice Bernhard en boca de Glenn: la Naturaleza está en contra nuestra, en el fondo queremos ser un piano, totalmente un piano. Odio estar entre Bach y el Steinway, quiero despertar y ser Steinway y Glenn en uno, sólo para Bach.
Dice el narrador sobre el maestro: ni siquiera Horowitz hubiera sido aquel Horowitz si hubiera faltado Glenn. Había hecho de Horowitz su maestro, y no Horowitz de Glenn, en definitiva, el genio, pensé.
Sin Glenn, los dos amigos serían virtuosos del piano, mundialmente famosos, ricos y distinguidos señores austríacos. Tras el curso de Horowitz, tampoco habrían sido mediocres pedagogos del piano de niños víctima, para satisfacer los deseos pequeñoburgueses de sus padres. Quizá incluso hubieran superado al propio Horowitz.
Pero el genio estaba allí. Lo admiramos y lo odiamos. Implacable, con sus orejas de soplillo, un inglés extraño y una sillita de cocina. Canta, habla y machaca su trapecio. Incluso se permite el lujo de hacer una transcripción de los Maestros Cantores que nos divierte:
Encasillo a Gould en el piano de Bach, y ahora descubro que compuso estos maravillosos arreglos para piano de las obras de Wagner. Su última grabación fue la dirección del Idilio de Siegfried con la partitura original para música de cámara. Encontramos a Wagner al final de su vida.
Venía a hablar de la novela de Bernhard, pero encontrar de nuevo al imán Gould, tocando Wagner, ha escorado peligrosamente el apunte. Volveré con Bernhard de nuevo.