Arcimboldo: Agua, 1566. Óleo sobre tela. Kunsthistorisches Museum, Viena |
Giuseppe Arcimboldo se divertía montando un serie de bodegones-retrato de perfil que representaba los cuatro elementos, dos de los cuales estan en el museo de Viena (Agua y Fuego), Tierra, en una colección privada y Aire, perdido, del que sólo se conservan copias. Los Cuatro Elementos fueron encargados por el emperador Maximiliano cuando el pintor se trasladó a Viena.
Agua se compone de 62 especies de criaturas acuáticas, entre ellas dos cefalópodos: un pulpo y una sepia, que no calamar, en la barbilla de una señora mayor, enjoyada con grandes perlas y corales. Esta abigarrada pescadería superpone animales que no guardan proporción en aras de la comprensión del retrato, con un estilo muy naturalista y un colorido armónico, frío y metálico, con preciosos destellos de blanco y rojo.
Un moderno collage para entretenimiento del soberano y alegoría del poder sobre el caos: las cuatro Estaciones y los cuatro Elementos, las dos series más alucinantes y de doble sentido de todo el Manierismo.
¿Y quién adivinó que era un Arcimboldo en el concurso del apunte del día 5? Esta vez más facilito, ¿verdad?
Por orden de llegada:
- Albert Allau
- Timamót
- Maac
- Alejandro Ros
A todos ellos, felicidades por el buen ojo, y esta música acuática a propuesta de Timamót: se trata del interludio, uno de los cuatro de Peter Grims, Tormenta fabulosa del gran Britten, que acompaña la imagen de Arcimboldo a la perfección.
Llego tarde, pero feliz cumpleblog. Y enhorabuena a los premiados.
ResponderEliminarGracias, Titus, nunca llegas tarde.
EliminarGràcies per la il·lustració musical.
ResponderEliminarCrec que la música il·lustra millor el quadre de Turner "The Shipwreck" de la imatge del youtube que el "capriccio" de l'Archimboldo" que sempre els he trobat molt graciosos i curiosos, però gens dramàtics
Sí, a aquest interludi li escau naufragi, per suposat, però és que aquest retrat de dona vella el trobo molt dramàtic, amb tanta criatura patint i morint. Bon diumenge, parella!
EliminarArcimboldo es un animalista que me recuerda a los Hondecoeter que fue una familia de pintores flamencos que abarcó tres generaciones, desde Gillis d'Hondecoeter (1575-1638), Gijsbert d'Hondecoeter (1604-1653) hasta llegar a Melchior d'Hondecoeter (1636-1695).
ResponderEliminarEl arte de los Hondecoeter va desde el manierismo del Siglo de Oro holandés con Gillis (que fue calificado de “maestro de los paisajes agrícolas"), hasta el barroco animalista de Melchior van Hondecoeter que fue el más destacado de la saga.
Después de que el abuelo Gillis hubiera de huir, con su familia, de su Holanda septentrional, perseguidos por la Inquisición española, se establecieron en Amsterdam, donde pudieron desarrollar un arte libre en un ambiente de tolerancia y en una sociedad más permisiva, donde las Cámaras de Retórica fomentaban la literatura y el arte.
Eran unos años de prosperidad, el comercio con las Indias Orientales florecía y se comía bien.
Melchior van Hondecoeter pintó animales, principalmente patos y gallináceas, ejemplares apetitosos que luego iban a las cazuelas de aquellos miembros de las Cámara de Retórica y de las Guardias Cívicas, todos ellos aficionados a la buena cocina y a los libros de caballería y de moral.
De las Cámaras de Retórica no salieron grandes retóricos, pero hay que decir que en todas ellas se comía muy bien.
En las paredes de los comedores de estas cofradías colgaban cuadros de los Hondecoeter, especialmente de Melchior van Hondecoeter cuyas imágenes de gallos, becadas, conejos y faisanes despertaban el apetito de los cofrades.
Los retóricos flamencos comían finos arenques del Atlántico con cebollino y tirabeques, disertaban sobre moral y democracia mientras devoraban ensaladas de espárragos con salsa holandesa, tortas de cebolla y capones de Hertogenbosch. Eran amantes de la pintura de interiores y tenían un talante condescendiente.
Mientras observaban las aves pintadas por Melchior van Hondecoeter se deleitaban con los mejores salmones de Renania que son los más esplendorosos y en otoño degustaban un cocido con las mejores gallinas pintas, mientras comentaban las modas de las gentes de Lovaina.
Cantaban y comían. Alguno se atrevió a componer estrofas y sextinas pero no le salía demasiado bien, pues sabido es que en los interiores holandeses se come mejor que se rima.
Entre canción y canción bebían vino del Rhin, vino blanco que ayudó a atemperar el fanatismo puritano y permitió que los alegres retóricos contemplaran el barroco animalista con ojos benevolentes.
Salud
Francesc Cornadó
Qué interesante. Menudos retóricos, yo también me apunto a sus fiestas estéticas.. Creo que los flamencos tienen a los mejores pintores del mundo, y lo de su austeridad, un cuento chino. Si a las tres de la tarde ya está oscuro en invierno, bien hacían de llenar de luz y naturaleza sus estancias.
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