Elysium

Max (Damon) duda ante el chip de los piratas mejicanos

Aquí tenemos a Matt Max. Vive en el gueto hispano terrestre como esclavo para la corporación que ha fabricado un lujoso toro de Stanford, a veinte minutos en nave, donde los ricos están tan a gusto en sus mansiones y un hábitat libre de enfermedades. El potente contraste entre unos pocos poderosos y los parias hace que el film, en su primer tercio, sea bastante atractivo, con una oportuna denuncia sobre la privatización de la medicina pública, en versión ciencia-ficción.

Con ayuda de colegas del barrio, Max se implanta unos chips y un exoesqueleto, a ver si puede alcanzar en su viaje patera, la colonia de los privilegiados. Antes tendrá que luchar contra robots y naves en una orgía mareante de guantazos y tiros que se acentúa en cuanto se cuela en la estación. Con todo, el vértigo se aguanta gracias a un excelente combinado técnico de imágenes y sonido. Lástima que, después, la trama haga aguas por muchos puntos y no se resuelva con cierta dignidad. Suerte tenemos del cast: están los protagonistas y los secundarios, de primera. Acción palomitera para pasar una tarde de verano fresquitos en el cine y poco más.