El martirio del cisne



He pasado una noche toledana. La película El Cisne Negro me ha provocado pesadillas e insomnio. Es tan dura e intensa que siento todavía desasosiego. Este psicodrama de Aronofsky recuerda a su film El Luchador, porque la cámara no se despega en todo su recorrido de la espalda, las manos, el cuello y el rostro de estos dos esclavos del cuerpo.

Nina, (N Portman) personaje ingenuo y autoexigente, es estimulada a la vez por Thomas (V Cassel) el director de la compañía de ballet y la amenazadora Lily (M Kunis), libre y vulgar, recién llegada bailarina del Oeste. Gracias a ellos se mete en su interior más oscuro para poder interpretar el cisne negro de la obra de Tchaikovsky.

Pero en casa, una madre exbailarina, la infantiliza y la castra continuamente. Desde los primeros minutos no sabes cuál de las dos está más trastornada. La lucha por mejorar de Nina coincide con un crescendo de alucinaciones y pesadillas. Los espacios se hacen cada vez más claustrofóbicos: el metro, el piso, los pasillos del Met, los aseos, y el drama físico y psicológico se recarga hasta el clímax final.
Final que se ilumina felizmente con una suave pantalla blanca y los créditos en una ligera tipografia clásica que flota como el alma del mártir.

El mérito de la película está, sin duda, en lo bien que se desdibuja la frontera entre realidad y alucinación. También en la ambientación y la interpretación de Portman, que soporta muchos primeros planos de angustia y de alegría (cómo nos emociona en la escena que es elegida para ser la solista). Está bien explicado el hipercompetitivo mundo del balet, con algunos tópicos perdonables.

Pero también se aprecian algunas fisuras y redundancias:

 ¿Cómo es posible que una madre obsesiva compre ese pastel de nata y colorantes? La anorexia se cita de pasada. La escena del hospital y la lima no aporta nada. Las bailarinas solistas bailan mucho mejor que la voluntariosa Portman. La galáctica casa del profesor de ballet clásico.

Ya no hablemos de los comerciales carteles de promoción. Incluso los que vienen a continuación, inspirados en los tricolores posters de los años veinte son tan criticables como ingenuos:

Cisne Negro es de lo mejor que hemos visto últimamente, buen cine, muy sensual y rico, pero hay que ir preparados para soportar este sangriento martirio.