Dalí, el adalid

O el caudillo por la causa de los hombres excéntricos. Hoy están de moda. En el mundo occidental proliferan las pseudoconferencias de grandes comunicadores y las clases magistrales van cediendo terreno al espectáculo. Las charlas tienen hoy formato late-show y los intelectuales, si quedan, tienen su rincón en alguna facultad o columna de periódico.

Fue de los primeros en hacer de sí mismo un espectáculo, sobre todo desde que es expulsado de la élite surrelista parisina. El invento le funcionó bastante bien, no sólo a nivel económico, sino que le sirvió para seguir viviendo de su caricatura y de sus obras a pesar de que la calidad artística iba menguando.

He de reconocer que, a excepción de muy pocos óleos y fotografias, la obra de Dalí me resulta repulsiva. No cabe duda que es muy buen dibujante y que domina la técnica, pero lo hace todo tan recargado, aliñado y perfeccionado que al final, la idea se me indigesta. Salvaría de la quema piezas como las Venus de los cajones, su Cristo en picado, los paisajes oníricos más desnudos y algunas Madonnas-Galas.

Uno de sus brillantes diseños es este magnífico logo de los 60, que no ha necesitado apenas ser rediseñado para adaptarse a hoy. Tiene un aire coca-colero, colores de la senyera y un contorno de octafolio que busca la complicidad de los pequeños. Parece ser que el empresario catalán E. Bernat, que con ingenio clavó un palito al caramelo redondo para chuparlo y hacerlo durar, se quedó asombrado ante la rapidez de Dalí en diseñar la marca, unos minutos, y listo!